El camino de Ella
Puedo contarte mi historia, pero no quiero decir mi verdadero nombre.
Soy palestina, mi familia piensa como todas la familias de mi país; mi problema es que soy una chica y quiero elegir mi vida, así que elegí el teatro y la danza. Mi familia no es muy religiosa, pero tiene miedo de las palabras del pueblo palestino, porque vivíamos en una ciudad, la provincia para las mujeres. Tenía muchos problemas con mi familia porque quería hacer teatro y no quería usar el “hejab” como todas las chicas de mi ciudad.
El problema empieza de verdad cuando “Hamas” gana las elecciones. Teníamos eso, pero el problema era también con mi familia y las pesadillas cuando Israel envió un misil a nuestra escuela. En 2016 Hamas ganó, y yo sabía que no podría lograr mis sueños. Pensé: voy a morir.
Recuerdo que era locutora en una radio en Gaza. Los militares de Hamas vinieron y cerraron la radio. Yo era también actriz en un teatro privado, en esta época tenía 16 años y escribía poemas en la revista de Ramallah. En un mes todo eso cambio. La radio cerró un mes y después de eso abrió de nuevo, pero con un nuevo sistema que respetaba la ley de Hamas, y yo no soy religiosa. Cuando Hamas venía al teatro yo no estaba, pero el director del teatro decidió cambiar el sistema. El teatro ya no me necesitaba, todos los actores tenían que ser niños. Tenía 16 años y para ellos ya no era una niña, era una mujer y debía esconderme. Además la revista de Ramallah paró de publicar para los escritores de Gaza.
Era una extranjera en mi país, extranjera hasta en mi familia.
En 2016, elegí dejar mis penas. Quería viajar para encontrar una nueva vida. Vida que me aceptara como una mujer, pero no tuve la elección. En 2007 acabé el instituto, pedí una beca para estudiar cinema o teatro. Hice el contacto con una persona que trabajaba en un despacho de un partido político, para obtener una beca. Allá no es nada fácil, pero yo pagué un soborno.
Dejé Gaza con grandes sueños. Aunque la beca no era para teatro yo sabía que cuando llegara a Algeria la iba a cambiar. Dejé Gaza. Tomé un autobús, pasé Raffah una ciudad palestina y en ese momento respiré la libertad.
Cuando llegamos al aeropuerto del Cairo me encontré con otros militares. Allí siete militares nos cogieron a mi y a todos los palestinos como esclavos en una esquina. Eran muy malos con nosotros, un militar golpeaba a un palestino. En este momento vi a un viajero que con una sonrisa sacaba el pasaporte israelí. He visto como los militares egipcios respetaban a los israelís y golpeaban a los palestinos.
Un militar nos llevó a un salón para palestinos. Vi a muchos enfermos, estudiantes, vi muchas lágrimas.
No teníamos derecho de salir. Elegí una esquina, tenía hambre. Para comprar cosas de comer había que dar dinero al militar, además de 40 dólares para él.
Tuve que quedarme en este salón durante 6 días. El quinto día no comí nada porque acabé mi dinero. El último día una mujer me dio un pan, pero no lo comí porque en ese momento el militar abrió la puerta con la lista de los nombres de las personas que viajaban ese día. Comí en el avión y después me dormí, me desperté en Alger. En el aeropuerto de Alger había otro sitio para los palestinos, pero este vez solo hemos tenido que quedarnos durante tres horas.
Hacía un año que había querido irme de Gaza. Una de las veces mi familia no quizo, y otras tres veces los egipcios habían cerrado el camino entre Gaza y Egipto.
Estaba feliz al principio. Cambié mi beca para estudiar teatro. En Argelia caminé sobre la alfombra roja y conocí la fama, es una larga historia allá. La historia empieza con las miradas de la gente que trabajan en la embajada y los amigos de la embajada: una chica de 18 años sola, fuma cigarrillos y también quiere ser actriz. Eso signifca puta. La gente me llamaba a las 3 de la madrugada. Muchas historias, pero no quiero hablar de eso porque quiero olvidarme de esta gente.
Un día caminé con un amigo que estudiaba guitarra en el centro de Alger. En este momento un palestino me vió y le dijo a su padre que trabaja en el despacho del partido palestino. El padre me llamó y me dijo que era una “puta” por estar tomada de la mano con un argelino,. Le dije la verdad, que yo sí estaba con él, pero que tenía mi bolso en una mano y en la otra la guitarra...pero no me creía. Le contaba a todo el mundo.
Tres meses después fui a Hydra, a donde mi peluquero. El mismo hombre me llamó y me dijo que un hombre me había visto allá, y me preguntó que qué hacía en Hydra. Yo le respondí: soy una puta, ¿ok? Deja de llamarme, la próxima vez llamo a la policía. Es verdad que paró de llamarme, pero tenía mala reputación por su culpa. La gente que debía ayudarme fue la misma gente que me hizo daño.
Estaba muy feliz cuando encontré un trabajo como locutora en una radio en Argelia, pero antes de empezar mi trabajo recibí una llamada de la radio diciendo: “no puedes trabajar en la radio porque hay una persona que trabaja a la embajada, que dice que eres una mala persona, y como este hombre es diplomático y palestino como tú, esto significa que te conoce bien.” Todavía no sé quien es este hombre.
Me acuerdo cuando el verano llegó y todos los estudiantes volvieron a casa. Yo me quedé sola, sin agua caliente, sin electricidad, sin dinero, porque la embajada se negaba a darme mi beca. Tuve que llamar a la policía porque la directora no me ayudó a encontrar un sitio para dormir.
Era estudiante del Instituto Superior de Teatro. Durante el verano perdí la llave de mi habitación y pedí una copia a la directora. Ella se negó, pues era muy mala con todas las chicas y amable con los chicos. Cuando la policía se fue, ella me dijo: voy a masacrarte. Decía la verdad, pues ha puesto mi ropa en los bolsos de basura, llamó a la embajada y me generó muchos problemas. Yo era una pequeña chica y todo el mundo a mi alrededor me rechazaba, incluso los estudiantes me llamaban la extranjera, tenía mucho miedo, estaba muy agresiva y solamente me sentía bien cuando estaba sola.
La gente que me ofreció ayuda es la misma que me hizo chantaje porque supieron de mi situación. Después cambié, crecí en un mes, comí macarrones dos meses sin salsa, apagué mi móvil, escribí obras de teatro, creé bailes, paré de llorar, cuando hablaba con realizadores, los miraba en los ojos, paré de escuchar a la gente que me veía como un agujero. Yo simplemente exploté.
Trabajé como bailarina y actriz, la gente empezó a llamarme para hacer festivales, gané el premio de la mejor actriz árabe de teatro, gané premios de danza y poesía, incluso la gente empezó a decir que yo era fuerte. Pero seguía siendo la extranjera.
Después del premio de la mejor actriz, empezó la guerra de mis compañeros artistas contra mi. Quiero solo recordar las buenas cosas, porque me dolió mucho. Cuando acabé mis estudios, tenia un buen currículo.
Cuando mi residencia se acabó en Argelia, encontré trabajo en el hotel Sheraton en negro, no para vivir sino para viajar. Quería viajar para parar a todos: para parar los hombres que me veían como un agujero porque me gusta el teatro, para dejar los sitios, para borrar las lágrimas, para parar a los militares, para decir que me gusta el hecho de que soy una chica y no quiero esconderme de ellos, para cortar las pesadillas y para dejarde caminar entre los cadáveres.
Quería atravesar el mar.
Tengo un buen amigo bailarín. Él estaba en Melilla cuando lo llamé y le dije: quiero hacer lo mismo que tú. Me dijo que me ayudaría y me dió el numero del hombre que me llevaría hasta Melilla. Mi otro amigo músico también estaba en Melilla, y me dice que buscaría a alguien distinto que viajara conmigo, pues el camino es peligroso y no confiaban en este hombre. Después de dos semanas, hemos encontrado a un sirio que es amigo de mis amigos. Empecé con él en la casa del hombre. Hemos estado en su casa 8 horas.
El hombre nos trajo desde la estación de buses hasta su casa en coche. En la casa, había mucha gente, mucho ruido. Los gritos de niños. Una mujer mayor reza. Todos me miran esperando, hasta que un hombre mayor me pregunta: ¿De donde es usted en Siria?
En las 8 horas de espera escuché hablar a la gente. Hablaban de escenas que me hacían pensar en mi patria de Gaza. Escenas de bombardeos, los misiles sobre mi escuela y las caminatas entre los cuerpos. Contaban y me volvían a la mente viejas escenas.
Después en la noche volvió el hombre con tres coches con los conductores. Subimos en los coches hasta la frontera marroquí, había ofciales marroquíes, había también un conductor con un minibús. Subimos al minibús. Después fuimos a otra ciudad. Allá había tres taxis. Hemos cogido un taxi hasta la frontera de Melilla.
Estábamos cansados, pero corrimos hasta la puerta que estaba vigilada por soldados marroquíes al principio y al fnal del portal había soldados españoles. El proceso era malo y difíci.
Hemos pasado la noche en un hotel.
Al día siguiente, el contrabandista vino a decirnos: para llegar mañana a Melilla tenéis que darme 800€ por persona pero yo tenia solamente 700€. Salí hasta el portal de Melilla. Si el soldado marroquí me cogía iba a golpearme e iba a ir a la cárcel y si el soldado español me cogía iba a ir a la ciudad de asilo. Observé que el soldado marroquí no paraba a las mujeres marroquíes.
Compré vestidos como las marroquíes y volví al hotel. Hice ensayos de la manera de caminar y de las mímicas de la mujer marroquí. Al día siguiente llegué a Melilla.
Allá tenia una habitación con 7 mujeres y 4 niños. El baño y las duchas siempre estaban sucios, y para comer había que hacer cola con 700 personas. Pasé 47 días, cuando supe que iba a llegar a España lloré, no porque estuviera feliz ni porque no lo estuviera. Hasta ahora no sé porque lloré.
Cuando llegué a Europa pesaba 36 kg. Estaba enferma, tenía frío y fiebre.
Perdí mucho en este camino pero me estoy buscando a mi misma.